jueves, 22 de enero de 2015

RELATOS FINALISTAS PUBLICADOS

 Los zapatos blancos.


Mis zapatos blancos sentían la humedad de la lluvia acumulada en años de vida, mis pasos  caminaban inquietos sobre el anden de esa estación cualquiera que hacía de parada necesaria en el sin vivir de mis días.

 El tren se demoraba,  las señales luminosas no marcaban llegada de ferrocarril alguno, y yo,  absorta en mis pensamientos, intentaba suplicar al destino un cambio que me permitiera seguir en la dirección de las vías  de mis anhelos.

Siempre me gustó controlar todo aquello que pasaba a mí alrededor,  aunque despistada, era capaz de aparentar firmeza y engañar con ello a cuantos me daban la categoría de mujer fuerte y segura, maquillaje tras maquillaje, mi pose aunque autentica, ocultaba viejos miedos de antaño…

Me hago mayor y pienso que me olvidé de vivir, a pesar… de que  han habido muchos momentos que el vivir me dolía tanto que mi única esperanza era el apearme, terminar con tanta soledad acumulada en días de aplausos, mujer de éxito, mujer envuelta en miradas y ninguna cierta, mujer de sonrisa abierta que a modo de  relicario evitaba acercamientos.

 Tengo miedo, me siento sola, disolviéndome en mis propias lágrimas jamás mostradas.   Mis zapatos, apuntan a gentes que pasan con maletas mientras los tacones sostienen la espera.  Releo mi  billete de tren una y mil veces  y  vuelvo a tener miedo, un miedo que me acompaña en cada nuevo reto por pequeño que este se evidencie, siempre huyo de mi misma por temor al sin querer, huyo de palabras adornadas con  espadas de frases que sin ser sentidas… destellan en el  viento.

Quisiera poder devolver el significado real a las palabras y hacer de ellas etimologías llenas de sentido concreto, de sentido real, de sentido cierto.

“Quisiera que un beso fuera un beso... y dormirme segura en ese beso…”

Entro en la cafetería abandonada buscando cobijo, con la mirada perdida entre botellas acumuladas, vacías, polvorientas y sin apartar los ojos de la puerta, espero que llegue una señal que me susurre en que punto de mi vida esa estación me mantiene inmóvil.
 
 Se oye ruido fuera, a través del vaho de la ventana se divisa   un semáforo luminoso, avisa de la llegada de un tren  a la  estación intransitada de mis momentos. El ruido en las vías  marca el trasiego de anónimos pasajeros.  Miro hacia la ventana, pero... sólo veo llover, tengo los ojos tristes  y las manos heladas.

 “Quisiera que un te quiero fuera un te quiero... y amar con la tranquilidad de que no habrá destierro…”

Sigo apoyada en la mesa del bar con la mente perdida entre jardines que quedaron atrás, bebiendo sorbo a sorbo la esencia de mis penúltimos días.

 “Quisiera tener caricias de terciopelo... quisiera sentirlas certeras sobre mi pecho…”

La sombra del camarero va apagando las  luces, la penumbra  se adueña de los recuerdos, miro por la ventana buscando mis besos, se me ocurre ir a la consigna y allí me  desanimo entre un montón de equipajes por ordenar, arrastro con cualquier maleta dirigiéndome al vestíbulo, estoy en medio de la multitud, mirando  sus rostros de espejos ausentes sin reconocer mi esperanza en ninguna de las caras,  la noche se hace larga… Tu carencia se acumula junto a mi cuerpo  y codicio tu semblante en cada uno de los viajeros.

Aparco la maleta de mis miedos,  salgo al anden, miro el cielo, cierro los ojos y puedo sentir un beso... ¡Qué importa que sea el último beso…! ¡Quizás sea primero…!y justo en ese instante… recuperé los sueños.

Creo que he de saltar muchos muros, tantos que ni los cuento, pero estoy dispuesta hacerlo para poder proclamar:

¡Qué mis  besos, los que doy o  los que me dan,  son un te quiero!

  Y este andén, solo es una estación de partida de  mis años venideros, que ya está bien de vivir sola, que se terminaron los requiebros que voy a darle  savia a la vida, y allá donde tú te halles… allí camino y contigo regreso.

 Subo al tren de mi vida y al echar a andar… la fuerza del vivir se hizo un hueco junto a mi asiento. Quedó atrás mi parada, no quiero más desalientos, no deseo ordenar maletas de trajes de otros tiempos.


Observo mis zapatos blancos… están inquietos, tienen ganas de caminar y con ellos yo iré a tu encuentro. 

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