Los zapatos blancos.
Mis zapatos blancos sentían la humedad de la lluvia
acumulada en años de vida, mis pasos
caminaban inquietos sobre el anden de esa estación cualquiera que hacía
de parada necesaria en el sin vivir de mis días.
El tren se
demoraba, las señales luminosas no
marcaban llegada de ferrocarril alguno, y yo, absorta en mis pensamientos, intentaba suplicar
al destino un cambio que me permitiera seguir en la dirección de las vías de mis anhelos.
Siempre me gustó controlar todo aquello que pasaba a mí
alrededor, aunque despistada, era capaz
de aparentar firmeza y engañar con ello a cuantos me daban la categoría de
mujer fuerte y segura, maquillaje tras maquillaje, mi pose aunque autentica,
ocultaba viejos miedos de antaño…
Me hago mayor y pienso que me olvidé de vivir, a pesar…
de que han habido muchos momentos que el
vivir me dolía tanto que mi única esperanza era el apearme, terminar con tanta
soledad acumulada en días de aplausos, mujer de éxito, mujer envuelta en
miradas y ninguna cierta, mujer de sonrisa abierta que a modo de relicario evitaba acercamientos.
Tengo miedo, me
siento sola, disolviéndome en mis propias lágrimas jamás mostradas. Mis
zapatos, apuntan a gentes que pasan con maletas mientras los tacones sostienen
la espera.
Releo mi billete de tren una y mil veces y
vuelvo a tener miedo, un miedo que me acompaña en cada nuevo reto por
pequeño que este se evidencie, siempre huyo de mi misma por temor al sin querer,
huyo de palabras adornadas con espadas
de frases que sin ser sentidas… destellan en el viento.
Quisiera poder devolver el significado real a las
palabras y hacer de ellas etimologías llenas de sentido concreto, de sentido
real, de sentido cierto.
“Quisiera que un beso fuera un beso... y dormirme segura
en ese beso…”
Entro en la cafetería abandonada buscando cobijo, con la
mirada perdida entre botellas acumuladas, vacías, polvorientas y sin apartar
los ojos de la puerta, espero que llegue una señal que me susurre en que punto
de mi vida esa estación me mantiene inmóvil.
Se oye ruido
fuera, a través del vaho de la ventana se divisa un
semáforo luminoso, avisa de la llegada de un tren a la estación
intransitada de mis momentos. El ruido en las vías marca el trasiego de anónimos pasajeros. Miro hacia la ventana, pero... sólo veo
llover, tengo los ojos tristes y las
manos heladas.
“Quisiera que un te quiero fuera un te
quiero... y amar con la tranquilidad de que no habrá destierro…”
Sigo apoyada en la mesa del bar con la mente perdida
entre jardines que quedaron atrás, bebiendo sorbo a sorbo la esencia de mis penúltimos
días.
“Quisiera tener caricias de terciopelo...
quisiera sentirlas certeras sobre mi pecho…”
La sombra del camarero va apagando las luces, la penumbra se adueña de los recuerdos, miro por la
ventana buscando mis besos, se me ocurre ir a la consigna y allí me desanimo entre un montón de equipajes por ordenar,
arrastro con cualquier maleta dirigiéndome al vestíbulo, estoy en medio de la multitud,
mirando sus rostros de espejos ausentes sin
reconocer mi esperanza en ninguna de las caras, la noche se hace larga… Tu carencia se acumula
junto a mi cuerpo y codicio tu semblante
en cada uno de los viajeros.
Aparco la maleta de mis miedos, salgo al anden, miro el cielo, cierro los ojos
y puedo sentir un beso... ¡Qué importa que sea el último beso…! ¡Quizás sea primero…!y
justo en ese instante… recuperé los sueños.
Creo que he de saltar muchos muros, tantos que ni los
cuento, pero estoy dispuesta hacerlo para poder proclamar:
¡Qué mis besos, los
que doy o los que me dan, son un te quiero!
Y este andén, solo es una estación de partida
de mis años venideros, que ya está bien
de vivir sola, que se terminaron los requiebros que voy a darle savia a la vida, y allá donde tú te halles… allí
camino y contigo regreso.
Subo al tren de mi
vida y al echar a andar… la fuerza del vivir se hizo un hueco junto a mi
asiento. Quedó atrás mi parada, no quiero más desalientos, no deseo ordenar
maletas de trajes de otros tiempos.
Observo mis zapatos blancos… están inquietos, tienen
ganas de caminar y con ellos yo iré a tu encuentro.
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